En la novela rusa Anna Karenina, Tolstoi presenta a tres parejas principales que experimentan el amor de distintas formas.
La primera pareja en aparecer en la novela es la de Oblonsky y Dolly. Guardan las formas, tienen muchos hijos, y sin embargo, no es un matrimonio feliz. Al menos no de forma sana, pues pronto descubrimos que Oblonsky tiene relaciones con la tutora francesa de sus hijos.
La segunda pareja, es muy distinta. Se trata de Vronsky y Anna Karenina. Anna está casada con otro hombre y, sin embargo, se va a vivir con su amante, abandonando a su hijo legítimo. Esto lo hace estando embarazada de su amante. La hija ilegítima que tendrá como fruto esta relación no será amada por su madre. Temiendo perder su belleza — y con esta, a Vronsky — comienza a impedir tener más embarazos. Es comprensible que, aunque la novela trate de siete principales personajes, el título de la misma sea el nombre de Anna Karenina.
Anna es la mujer que más sacrifica por su idea del amor. Ama a su hijo, se sabe responsable de la desgracia de su marido, pero sigue adelante con lo que ella cree que es lo correcto. En mi opinión, Anna se equivoca profundamente, pero no es mala ni egoísta, aunque lo parezca. En su escala de valores, lo que ella entiende por amor está en la cúspide, y ella sacrifica todo los demás bienes por este ideal.
Sin embargo, la confusión, muy presente en nuestros días, confunde las pasiones con los sentimientos. El Amor es el sentimiento más elevado de todos. Es el que nos ayuda a hacer el bien, incluso a quienes nos hacen mal. Anna, en cambio, se deja llevar por la pasión. Eso la lleva a obrar mal. Abandona a su hijo y marido, no ama a su hija, atormenta a su amante, se cierra a la vida… La hostilidad hacia Vrosnky es comprensible, pues Vronsky no ha adquirido ningún tipo de compromiso con ella. El conde puede abandonarla cuando quiera, dejarla a su suerte, casarse con otra y resolver su situación. Vronsky es libre; Anna, no. Por eso a Anna le duele tanto cuando Vronsky le hace ver que es un hombre libre.
En mi opinión, existe dentro de Anna un sentimiento bueno, no es del todo depravada, y creo que eso es lo que salva su alma cuando mientras comete el suicidio ruega a Dios que le perdone.
Por otro lado, tampoco creo que Vronsky tenga ninguna malicia. Creo que es un inconsciente, un egoísta, pero no es como Álvaro Mesía en La Regenta.
Karenin, el marido de Anna, en cambio sí es más ruín. Podría haber hecho como Víctor Quintana y haberse batido en duelo por su mujer. Pero a lo largo de todo el libro vemos como es un cobarde incapaz de actuar.
La tercera pareja, Levin y Kitty, también es distinta, y en mi opinión, es la más virtuosa. Los defensores del amor libre tachan de hipócritas a los defensores del matrimonio tradicional. Oblonsky y Dolly serían esos hipócritas, que haciéndose pasar por una pareja tradicional, en realidad no se aman ni se son fieles. Bueno, Oblonsky no es fiel, y ella se hace la ciega. Sin embargo, creo que el amor libre lleva a tragedias como la de Anna, donde los niños crecen en una familia sin ataduras, y que por tanto no se puede llamar familia, donde prima el placer momentáneo sobre la responsabilidad. Anna no ama a su hija, y abandona al hijo al que sí ama por irse con un hombre por quien solo siente atracción física. Vronsky por su parte, al menos no es la clase de hombre que lleva a una mujer a la perdición, y al tiempo la abandona. Le es fiel en todo momento, a pesar de lo celosa que es ella. Estos celos son completamente comprensibles, ya que Vronsky puede salir de esa situación tan reprochada por la sociedad casándose con una mujer y olvidando a Anna. Anna en cambio está perdida. Difícilmente puede volver a los brazos de su marido, y es imposible que la sociedad le perdone, aunque lo haga Karenin.
Creo que Levin y Kitty, aunque no se amen tanto, aunque tengan sus desavenencias, son el ejemplo de que con voluntad por ambas partes, se puede obtener lo bueno de cada cosa. Son felices, no fingen y se son fieles el uno al otro. Les cuesta esfuerzo y lo admiten, pero gracias al Amor, un sentimiento que depende más de la voluntad que de las emociones, el matrimonio sigue su curso.